Hace mucho tiempo, Dios le dijo al hombre que guardara un día de reposo y que lo santificara.

Hoy es sábado y la mayoría de las personas en la Ciudad de México tienen un descanso de sus actividades semanales, ya sea trabajo o escuela. Si esta fuera la cultura Judía en los tiempos de Jesús, tal vez veríamos a nuestro alrededor muy poca gente. Los judíos estarían preparándose para un tiempo especial con Dios.

En la Plaza Zarco es todo lo contrario. Las personas se preparan para un tiempo de «libertad». Hoy es el día de la semana en que mayor número de personas vienen a comprar drogas. Hoy es el día en que la mayoría de las prostitutas consiguen mucho dinero. Hoy es el día en que la mayoría de las personas se emborracha porque es el día de descanso.

Hoy fue un día de oscuridad. Mi peor noche en Zarco hasta hoy.

Una madre sentada en la parada de autobús inhalaba su droga mientras cargaba su bebé en brazos. De pronto un taxista que buscaba prostitutas la llamó y ella olvidó que tenía a su otra pequeña niña recargada a un costado. La niña dormida calló al piso y se golpeó en la cara. No hizo ningún ruido porque estaba ahogándose con su propia sangre. La mamá estaba muy drogada para reaccionar, así que corrí hacia la niña y la levanté. La mayoría de los jóvenes que veían comenzaron a alejarse, y unos cuantos me gritaban que hiciera respirar a la niña.

Es muy difícil explicar el miedo y la angustia que sentía mientras trataba de hacer respirar a esa niña. Por un lado tenía miedo de que muriera en mis brazos, por otro le rogaba a Dios que la salvara, y por otro sentía un gran odio por la esclavitud que provocan las drogas y las pasiones sexuales.

Tal vez fueron algunos segundos hasta que la pequeña reaccionara. Pero pareció una eternidad de angustia para mí. Después de que la niña comenzó a llorar, la puse junto a su madre y me fui muy lejos a llorar amargamente.

¡Odio el mal! ¡Odio la esclavitud en la que viven los hombres! ¡Odio el dolor que provoca el Diablo a la creación de Dios!

Me declaro enemigo de la maldad y declaro la guerra a la esclavitud del hombre. Tal vez no pueda erradicar la oscuridad en la vida de todos los hombres, pero lucharé cada día por llevar la luz de Cristo a todos los que pueda.